Desde fines del siglo 19 Gualeguaychú, al igual que otros pueblos de la provincia, tuvo en sus corsos, la máxima expresión de alegría y diversión colectiva. En un principio, el corso se desarrollaba por las tardecitas, ya que la ciudad no contaba con adecuada iluminación (la energía eléctrica recién vino en 1907).- En las primeras décadas del siglo pasado, los corsos que se extendían por calle 25 de Mayo desde Rocamora hasta Mitre, alcanzaban un esplendor comparable al actual.- El paso por dicha arteria, se hacía de ida y vuelta. Numerosos palcos instalados por las familias cubrían las veredas desde una punta a la otra del circuito, casi sin separación entre unos y otros. Sus dueños competían para tener el palco mejor engalanado e iluminado.
Numerosos carruajes poblaban el circuito llevando a las niñas mas bonitas, con sus trajes de fantasía. Era tal la cantidad de serpentina y papel picado utilizado en todo el trayecto, que a menudo los cocheros debían detener la marcha para desatascar los ejes. Los jóvenes intercambiaban con las niñas los clásicos ramitos de flores, lo cual muchas veces servía como pretexto para iniciar una relación. En ese marco apoteótico de las primeras décadas, una de las mas célebres atracciones, ha sido sin duda, la Comparsa de Nerón. Representaba al emperador romano, con toda su corte, guerreros, poetas, y era tal el números de sus integrantes, que cuando la primera escuadra iba llegando a la calle España, la última recién estaba saliendo de Rocamora, es decir mas de cuatro cuadras y de 200 integrantes. Una sola de las escuadras eran guerreros, montados en caballos blancos que ocupaban casi una cuadra del circuito.
Su creador fue Abelardo Devoto, aficionado a la música y a los temas clásicos, y su hojalatería de la calle Churruarín servía como centro de trabajo de la comparsa. Alrededor de 1930, se construye en el centro de la ciudad, una enorme pasarela de madera que se extendía por encima del circuito entre ambas veredas de la 25 de Mayo y en cuya parte superior actuaban las orquestas, murgas y conjuntos. En las décadas siguientes, años 30 y 40, se impusieron las murgas tradicionales, que al igual que las uruguayas de hoy día, cantaban sus canciones y eran autoras de sus propias letras que contenían numerosas apreciaciones y críticas sobre temas del momento en la ciudad.
Hoy el carnaval gualeguaychense es el ámbito en el que los sentimientos contenidos entre tambores, lentejuelas y plumas, encuentran su lugar de expresión y canalización. Las cinco comparsas se preparan y visten de gala esperando el desentierro del rey Momo, morir junto a su rey al terminar febrero y volver a nacer el año siguiente explotando con alegría y energías renovadas.
Numerosos carruajes poblaban el circuito llevando a las niñas mas bonitas, con sus trajes de fantasía. Era tal la cantidad de serpentina y papel picado utilizado en todo el trayecto, que a menudo los cocheros debían detener la marcha para desatascar los ejes. Los jóvenes intercambiaban con las niñas los clásicos ramitos de flores, lo cual muchas veces servía como pretexto para iniciar una relación. En ese marco apoteótico de las primeras décadas, una de las mas célebres atracciones, ha sido sin duda, la Comparsa de Nerón. Representaba al emperador romano, con toda su corte, guerreros, poetas, y era tal el números de sus integrantes, que cuando la primera escuadra iba llegando a la calle España, la última recién estaba saliendo de Rocamora, es decir mas de cuatro cuadras y de 200 integrantes. Una sola de las escuadras eran guerreros, montados en caballos blancos que ocupaban casi una cuadra del circuito.
Su creador fue Abelardo Devoto, aficionado a la música y a los temas clásicos, y su hojalatería de la calle Churruarín servía como centro de trabajo de la comparsa. Alrededor de 1930, se construye en el centro de la ciudad, una enorme pasarela de madera que se extendía por encima del circuito entre ambas veredas de la 25 de Mayo y en cuya parte superior actuaban las orquestas, murgas y conjuntos. En las décadas siguientes, años 30 y 40, se impusieron las murgas tradicionales, que al igual que las uruguayas de hoy día, cantaban sus canciones y eran autoras de sus propias letras que contenían numerosas apreciaciones y críticas sobre temas del momento en la ciudad.
Hoy el carnaval gualeguaychense es el ámbito en el que los sentimientos contenidos entre tambores, lentejuelas y plumas, encuentran su lugar de expresión y canalización. Las cinco comparsas se preparan y visten de gala esperando el desentierro del rey Momo, morir junto a su rey al terminar febrero y volver a nacer el año siguiente explotando con alegría y energías renovadas.
Muy Bien
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